Retos

Aspiraba involuntario el aroma que ella había dejado en la cama que compartían desde hacía casi dos décadas, cerró los ojos en vano intento por conciliar de nuevo el sueño. A lo lejos oía un incesante tamborileo de platos y vasos dispuestos para el desayuno, se irritó, siempre lo hacía al despertar. Estaba preparándose para encarar de nuevo un mal día, cuando decidió darse la vuelta en la cama, se cubrió la cara con la colcha y sin saber cómo sus recuerdos se depositaron en una playa, en los ojos de Mar enrojecidos por el salitre, su hombro a penas bronceado rozando con timidez el suyo. 

Regresó a su cama arrugada, al olor a café que ya se esparcía por su habitación, su alma jugaba indecisa entre el deseo por inundarse en los ojos de Mar o seguir la lógica rutina. Un poco más no haría daño, pensó. Y allí estaba él de nuevo, viéndola sonreír pletórica, sin razón alguna, agachando coqueta la cara, esperando una respuesta o quizá un beso.Volvió en sí, se incorporó, siguió el ritual: abrir ventanas, pasos descalzo, orina, ducha. Secó con la toalla el vaho adherido a los espejos, al contrario que el resto de las mañanas, esta vez sí miró su cara anegada en surcos y ese pelo ya tan escaso. Se preguntó con desazón cómo había llegado a aquel deterioro, si aún Mar también cerraría los ojos y le encontraría tal como fue en aquella playa. Si ella, como él, conservaba el recuerdo no contaminado en arrugas, preocupaciones y decepciones… de aquella tarde tumbados ambos en la arena, ajenos al mundo, ensimismados en felicidad.

Mar entró rotunda y desconsiderada al baño, pronunció unas palabras con su firmeza habitual, pero él, a caballo entre el salitre y la espuma de afeitar, no retuvo el mensaje, sino que descargó su esencia y se escuchó decir lloroso un “qué nos ha pasado”. 

Abandonaba ya ella la estancia, cuando se paró en seco al oírle. Se volvió y le miró con curiosidad, antes de contestarle:

Que ya no nos retamos.

 

Saludos desde El Olimpo.

Afrodita Repipi 

 

 

Hygge

Probablemente en los últimos días ya hayáis leído algo acerca del tema, el término, de dificultosa pronunciación, a mí me ha dejado ciertamente intrigada: hygge. No voy a reproducir los muy numerosos artículos que se pueden encontrar sobre el tema, dejo aquí algunos enlaces:

El País, 24 marzo 2016
http://smoda.elpais.com/belleza/hygge-secreto-danes-la-felicidad/

 El País, 16 octubre 2016 (se ve que a los de El País les va el tema)

http://verne.elpais.com/verne/2016/10/06/articulo/1475774414_885443.html

 Y este link de un blog con fotos requete-hygge, 1 septiembre 2016

http://happinessypunto.com/hygge/

 Para quien no tenga ganas de leer, resumo diciendo que hygge es lo que vulgarmente se suele argumentar como “estar de pxxa madre” , pero en danés. Y como en por ahí sois como sois, si viene de Dinamarca, tiene que ser mejor, sí o sí. Aunque tampoco conviene subestimar la cuestión, porque Dinamarca, ese país, conocido por…ejem….por… “La sirenita”… (¿?), es machaconamente el país más feliz del mundo desde que a alguien se le ocurrió medir la felicidad de los países (y hacer más evidente a los burundeses que viven en el país más triste de la Tierra). Aquí está el link con todos los datos estadísticos en los que se basan para decir que España, el país de la jarana y la paella, el sol y la siesta…ocupa un mísero puesto 37:

 http://worldhappiness.report/ed/2016/

 ¿Pero realmente se puede medir la felicidad? A quien entienda la felicidad como yo, como lapso puntual, más que como un estado general, les puede chocar la idea de una felicidad métrica. Basándome no estadísticas, ni en filosofías aristotélicas (valor tengo…), sino en la burda experiencia, puedo decir sin sonrojo que no creo que un individuo en Copenhague se levante por la mañana necesariamente más feliz que otro en Buyumbura, por la simple y mera razón de que la percepción sobre la felicidad es individual, egoísta, personal. ¿Qué me hace a mí feliz? Pues nada de los parámetros que refleja el estudio. El Olimpo está impoluto en cuanto a corrupción, hay libertad, consumismo, …y sin embargo…mis instantes de felicidad no van por esos derroteros, sino que me lo provocan ciertas presencias, una buena discusión, o simplemente un baño en el mar. Quizá lo del mar lo tengan complicadito en Burundi, pero el resto se obtiene en igual proporción estemos donde estemos, a veces basta con querer sentirse feliz.

 Seamos serios por una vez. La felicidad no puede ser simple estadística, ni es clasificable, ni cartográfica. Es un período complejo, privado, si se quiere hasta dominable, no la reduzcamos por favor a modas cutres de revistas ídem. Hygge, ajá, pues no me vale.

 Felices saludos desde El Olimpo.

 Afrodita Repipi